El sentimiento, la emoción y el pensamiento te conducen a experimentar en ocasiones lo inexplicable, para la razón.
Transitas cuantiosas veces por la vida absorbiendo y mascullando voces y ruidos “ajenos”, como si fueran propios.
Encuentras a tantos que veneran sus pesares, que alaban sus doctrinas, que vanaglorian las hazañas de sus egos, que hablan de profundos abismos…
Encuentras de igual modo, a manera de contraste, a los que revelan el camino del gozo, de la reconciliación, de la verdad…
Lo que hallas en tu camino en determinado momento, te suscita algo, tal vez te haga ver una verdad escondida, tal vez saque hacia la superficie los miedos que normalmente conoces o desconoces en ti.
En cada instante, la vida te empuja a resolver lo irresuelto, a curar las heridas, a superar las aflicciones, a hallar un sentido, a despedirte de lo que ya no necesitas y a manifestar tu grandeza.
Las faces que se te presentan son eso: la presencia de todos haciéndote recuerdo de quien eres y de cómo expresarlo mejor. A veces sientes que te condenan. Quizá reflejan sólo la voz de tu propia desconfianza, tal vez tus silenciosas culpas.
Verás que hay muchos que se arriesgan a sentir lo que tú muchas veces niegas, para que percibas que tú también lo llevas dentro de algún modo. Mientras más escapas, más te persigue.
Así, sin escapatoria, no queda más remedio que escucharlo, que prestarle atención, que enjugarse las lágrimas, que aceptarlo y abrazarlo, que arrojar hacia fuera todo lo que llevas preso en la garganta y en las entrañas.
Al fin de cuentas, salió de tu interior y fuiste tú mismo, en la forma de tu prójimo, quien te lo mostró. Fue duro, fue penoso.
De repente, notas que has nacido de nuevo. ¿Cuántas veces hay que nacer de nuevo, salir del capullo y de la coraza vez tras vez, para volar y sentir los aromas del día y de la noche?
Es un ejercicio diario el despertar y el mantenerse despierto, pues algunas veces el sueño es profundo y lo percibes como real. Date cuenta que sueñas, pero mucho mejor es poder soñar plenamente despierto.
Transitas cuantiosas veces por la vida absorbiendo y mascullando voces y ruidos “ajenos”, como si fueran propios.
Encuentras a tantos que veneran sus pesares, que alaban sus doctrinas, que vanaglorian las hazañas de sus egos, que hablan de profundos abismos…
Encuentras de igual modo, a manera de contraste, a los que revelan el camino del gozo, de la reconciliación, de la verdad…
Lo que hallas en tu camino en determinado momento, te suscita algo, tal vez te haga ver una verdad escondida, tal vez saque hacia la superficie los miedos que normalmente conoces o desconoces en ti.
En cada instante, la vida te empuja a resolver lo irresuelto, a curar las heridas, a superar las aflicciones, a hallar un sentido, a despedirte de lo que ya no necesitas y a manifestar tu grandeza.
Las faces que se te presentan son eso: la presencia de todos haciéndote recuerdo de quien eres y de cómo expresarlo mejor. A veces sientes que te condenan. Quizá reflejan sólo la voz de tu propia desconfianza, tal vez tus silenciosas culpas.
Verás que hay muchos que se arriesgan a sentir lo que tú muchas veces niegas, para que percibas que tú también lo llevas dentro de algún modo. Mientras más escapas, más te persigue.
Así, sin escapatoria, no queda más remedio que escucharlo, que prestarle atención, que enjugarse las lágrimas, que aceptarlo y abrazarlo, que arrojar hacia fuera todo lo que llevas preso en la garganta y en las entrañas.
Al fin de cuentas, salió de tu interior y fuiste tú mismo, en la forma de tu prójimo, quien te lo mostró. Fue duro, fue penoso.
De repente, notas que has nacido de nuevo. ¿Cuántas veces hay que nacer de nuevo, salir del capullo y de la coraza vez tras vez, para volar y sentir los aromas del día y de la noche?
Es un ejercicio diario el despertar y el mantenerse despierto, pues algunas veces el sueño es profundo y lo percibes como real. Date cuenta que sueñas, pero mucho mejor es poder soñar plenamente despierto.